Con la Iglesia hemos topado


Jehan Georges Vibert (1840 – 1902)

EL PAVO REAL

De nuevo os presentamos a un excelente ilustrador prácticamente desconocido en nuestro país. Jehan fue un orondo, simpático e irónico pintor que en su tiempo estuvo muy bien considerado, pero cuya fama quedó pronto eclipsada por pasar a la historia el movimiento pictórico en el que se le había encuadrado y, según sospechamos los malpensados, por la poca gracia que a algunos poderosos les hacían las satíricas pinturas de los padres de la Iglesia Romana.

Nacido el 30 de septiembre de 1840 en Francia, Jehan Georges Vibert se formó en Barrias y el 4 de abril de 1857, entró en la Escuela de Bellas Artes, en la que ya destacó y pintó una primera gran obra «Mártires cristianos en la boca del león«. Como puedes imaginar por este escabroso título, durante la primera parte de su carrera pintó temas serios y dramáticos, como «La Muerte de Narciso», que presentó en el Salón en 1863. Luego obtuvo su primer éxito con una medalla en el salón de 1864, y ganó un premio económico en la exposición universal de 1867.

A partir precisamente de ese año de 1867, sin embargo, su estilo cambió y en lugar de lo dramático y grave, comenzó a pintar «pequeñas e insignificantes cosas». En lugar de cristianos heroicos y trágicos episodios de mitología, se volvió hacia temas más hogareños como El Barbero español. Es muy curiosa además, la permanente referencia que hace a España y a sus arquetipos, por sentirse fascinado y manifestarse profundamente enamorado de nuestra patria, aunque hoy no veamos estas estampas, pues nos centraremos en su sardónica y mordaz crítica eclesiástica, en otras ocasiones tendremos mejores ocasiones de disfrutar de su excelente calidad.

En 1870, mientras que París estaba sometido a estado de sitio por los prusianos, Vibert luchó y fue herido en la batalla de Malmaison. No fue una herida grave, pero demostró coraje en la guerra, lo que no parecía cuadrar con su personalidad de gordo bajito y cachondo, aficionado a la cocina más que a las armas. Pero ya vemos que las apariencias engañan y que bajo esa faja forzada se ocultaba un héroe en potencia por lo que su valor le valió el honor de ser nombrado Caballero de la Legión de Honor.

No es cosa nuestra, él mismo se reía de su heroicidad, y su creciente atracción hacia los temas de menor gravedad de género no decayó. Al contrario, fue estimulada por sus intereses en la comedia y la sátira. No sólo disfrutaba de tomar sus descansos del trabajo para ir a obras de teatro, a las que era algo más que aficionado, tanto que también escribió varias comedias, muchas de las cuales se estrenaron con éxito en los teatros de París. Además de sus propias comedias, coleccionó toda la obra del fabulista francés Lafontaine (de la que había un busto en su casa), y del satírico Jonathan Swift.

En 1878 logró su primer éxito con una gran pintura de historia. «La apoteosis del señor Thiers» que fue la comidilla de París, incluso antes de que fuera completado. Sin embargo, a pesar del éxito de esta pintura, se pasaba la mayor parte de su tiempo creativo sumergido en las escenas humorísticas, que a él era lo que le gustaba.

Describiendo a Jehan Georges Vibert, un admirador suyo escribió: «Uno de los artistas más originales que Le Roux presentó, para mí es Vibert:  Es de tamaño mediano, robusto para su edad – pues parece que sólo tiene treinta y cinco años-. Tiene una apariencia alegre, feliz, una mirada muy astuta y una cara sensible. Ama el trabajo, y es, al igual que todos estos hombres, un trabajador infatigable, incansable, pero también le gusta tomarse su tiempo para jugar. Por la noche se va al teatro, y entre sus amigos se quita sus pensamientos de su trabajo y su estudio».

Durante la última parte de su vida, su interés se volvió hacia el clero. Cuadros como La buenaventura, La dieta, y Monje recogiendo rábanos, satirizaron las costumbres de los jerarcas religiosos y sus indulgencias (pagos monetarios que se realizaban a la Iglesia para quedar libres de pecado) o simplemente representaban a frailes, obispos y cardenales en situaciones hogareñas de cara a un público acostumbrado a ver a la Iglesia ennoblecida en las tradicionales obras religiosas e históricas. A la postre estos serían los cuadros que le harían ganar una gran reputación no solo de buen pintor, sino de persona inteligente, crítico y dotado de un fino sentido del humor.

En 1882, fue promovido a Oficial de la Legión de Honor, por su pintura de época. Esta creciente reputación lo convertiría en uno de los más buscados maestros de taller para la Escuela de Bellas Artes y esto lo llevaría a ser uno de los siete artistas más influyentes de su época, junto con Bouguereau, Cabanel, Meissonnier, Gérôme, Bonnat, y Lefebvre.

Murió repentinamente de un infarto fulminante el 28 de julio de 1902.

En cuanto a su obra satírica del clero en un contexto histórico más amplio, se puede decir que Vibert fue un «representante de las libertades emanadas del pensamiento de la Ilustración que llevó al mundo y a la cultura acontecimientos que cambiaron el mundo a partir de las revoluciones americana y francesa. Por criticar al clero Fred Ross, explica que» habría estado en riesgo su vida o al menos habría tenido pena de prisión un siglo antes, o incluso en la actualidad en Roma, donde el poder del Papa aún tenía gran vigor».

Vibert era parte de la creciente democratización de Europa en la que los artistas y escritores de la época eran quienes denunciaban la evidente exposición del fraude que suponía la pomposidad del gobierno eclesiástico y a un clero hipócrita que hablaba acerca de caminar en los zapatos de los pescadores, y dar a Dios todo tipo de bienes mundanos, mientras que ellos mismos vivían en la opulencia y  en grandes mansiones de lujo con los criados a la espera de satisfacer cada uno de sus caprichos.

En 1902 Vibert publicó un libro de técnica pictórica muy importante. Se llamaba La Ciencia de la Pintura. Hoy es muy difícil de encontrar incluso en francés, pues su edición está agotada, este libro es uno de los varios de la época que es muy buscado hoy por los pintores realistas actuales que tratan de resucitar las técnicas y los logros del pasado, dado que la creatividad y la experimentación del futuro puede construirse sobre la sólida base de los maestros. Lo puedes encontrar en inglés en Amazon.

Sus obras se encuentran repartidas por las colecciones de muchos museos de mayor y menor importancia, incluyendo: Burdeos, Brooklyn, Búfalo, Chicago, Cincinnati, Glasgow, Melbourne, Nueva York, Rochefort, San Luis, Troyes, Versalles y Washington DC, etc, pero también estas obras satíricas están presentes en destacables colecciones privadas de algunos millonarios y personalidades de la alta política mundial, que gustan en privado de mostrar una pretendida, aunque no siempre cierta, libertad de pensamiento.

Jehan Georges Vibert

8 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Inma
    May 03, 2011 @ 10:37:51

    Maravillosa ambientacion de sus cuadros, divertido, genial, se disfruta viendo lo que se ve e imaginando lo que piensa. Extraordinario. Gracias una vez mas por el disfrute. Besos

  2. victoria
    May 03, 2011 @ 16:42:41

    Que osadía la suya y que afilado sentido del humor.Queda claro por qué los pintores realistas actuales lo buscan afanosamente.Otra clase magistral,Juan.Gracias.Besos.

    • Juan Muro
      May 03, 2011 @ 18:22:54

      Y ¡cuánto me gustan las personas inteligentes!, solo ellos pueden ser transgresores auténticamente.
      Muchas gracias por tu comentario.
      Besos.

  3. maite
    May 04, 2011 @ 08:36:06

    Me encanta la temática curil!!!!!!, debe ser porque pone de manifiesto de manera rotunda aquello de que «vives como un cura párroco…..»

  4. Ana Nebreda. Biblioabrazo
    May 04, 2011 @ 10:36:42

    !Uauuu!! Una maravilla!! no sólo paredes, suelos, trajes, terciopelos y mobiliario… es que lo que transmiten los personajes y las escenas está lleno de historias… y muy pícaras y mordaces… Qué buen rato, chico 😉

  5. Fina
    May 08, 2011 @ 11:00:23

    Los vemos y sabemos lo que piensan… ahora sólo falta oir qué cuchichean Sus Excelencias.

    • Juan Muro
      May 08, 2011 @ 11:42:02

      Pues creo que tras diez minutos en silencio mirándolos de cerca, yo les oigo. Por ejemplo, mira el cuadro del Cisma, dos clérigos sentados de espaldas uno del otro, con cara de enfadado el que se ve la expresión, el otro se lleva la mano a la cabeza, no sé si es que le duele o está sujetándosela. La mesa repleta de botellas y vasos vacíos, un mamotreto que han tirado al suelo… Evidentemente ha habido una acalorada discusión teológica tras las copas de rigor, se les ha calentado la boca y han terminado en la fase de ‘voy a callarme que te meto’.
      Es genial.